EPILEPSIA Y SOCIEDAD

La epilepsia: una enfermedad representada por las crisis

Ante todo, el epiléptico es víctima de lo que Bouvard en 1975 (L´epileptique et les autres) llamó la CATEGORIZACIÓN:

“Se etiqueta a un sujeto de forma que todo lo que hace tiene su causa. La epilepsia explica todo lo que hace o sufre un epiléptico, justifica todo lo que se le prohíbe”.

Las crisis no sólo indican la presencia de una enfermedad sino que estigmatizan al individuo que las sufre.

Durante muchos siglos la epilepsia –principalmente con crisis convulsivas- ha sido considerada el “mal sagrado”: un signo de maldición, de castigo para los culpables y sus descendientes.

La aversión que siempre ha inspirado el enfermo de epilepsia tiene una de sus máximas expresiones en los escritos de psiquiatría del siglo XIX (Fere, Magnan, Maudsley). Esta opinión, basada en la observación de algunos enfermos de asilos y manicomios, y aplicada disparatadamente a todos los afectados de epilepsia, es enunciada por Lombroso (médico y criminalista de finales del siglo XIX) de la siguiente manera: “Los epilépticos se caracterizan por la religiosidad, la ferocidad, la irritabilidad, el canibalismo y por instintos verdaderamente bestiales”.

De este modo, hace poco más de un siglo la epilepsia dejó de ser un “mal sagrado” para convertirse en una enfermedad mental muy peligrosa y hereditaria. Desgraciadamente en los países del Tercer Mundo continúan vigentes estas aberrantes ideas con sus terribles consecuencias para los afectados de epilepsia.

No debemos extrañarnos de ello puesto que conscientemente o no, ese legado sigue latente en la mentalidad y actitud de la mayoría de los ciudadanos y administraciones de algunas “sociedades desarrolladas” como la nuestra: profesionales de la salud, del derecho, fuerzas de seguridad, medios de comunicación, universidades, colegios,….

La crisis epiléptica convulsiva inspira horror y recelo. La persona que la padece en público es temida y rechazada porque puede, sin aviso alguno y en cualquier lugar, perder el dominio de sus actos. Henry Ey, en su trabajo nº 26, pp. 519-652, Estudios psiquiátricos, tomo III de 1954 confirma: “No es ciertamente una casualidad que el médico forense y el psicoanalista coincidan al considerar al epiléptico como un criminal en potencia”.

En 1972, Bagley (Social prejudice and the adjustment of people with epilepsy) demostró que: El rechazo a los epilépticos es una actitud irracional, extremadamente antigua, que todavía persiste en un sector de la sociedad, así como también en los médicos La causa de esta actitud es el miedo, miedo de la pérdida de control físico y emocional.”

EN EL SIGLO XXI ESTAS IDEAS SOBRE LA EPILEPSIA SON RETRÓGRADAS E INJUSTIFICABLES, POR LO TANTO, DEBEN CAMBIAR.

ES PRIMORDIAL PROMOVER LA INVESTIGACIÓN SOBRE LA EPILEPSIA Y SUS TRATAMIENTOS.

Con perplejidad vemos que los únicos fármacos utilizados hasta la década de los noventa son los descubiertos a ¡principios del siglo XX! a pesar de ser la segunda dolencia del sistema nervioso más común en todo el mundo.

Es imprescindible informar correctamente a la sociedad sobre nuestra enfermedad y la complejidad de los síndromes existentes en los medios de comunicación, las universidades y centros de estudios (Ciencias de la Seguridad, Medicina, Fuerzas Armadas, Derecho, institutos, colegios, etc.), comunidades religiosas, administraciones públicas, empresas y sindicatos.

NUESTROS CÓDIGOS PENAL Y CIVIL NECESITAN UN CAMBIO URGENTE PARA QUE DEJE DE UTILIZARSE LA EPILEPSIA como categorización de una parte de ciudadanos -evitando la discriminación- y COMO ATENUANTE EN PENAS DELICTIVAS.

¡LA EPILEPSIA DEBE SALIR DE LAS SOMBRAS!